RÉGIMEN AUTORITARIO
El régimen político mexicano que se construyó después de la Revolución adoptó el carácter nacional-popular cuando, al igual que los regímenes que se instalaron alrededor de esa misma época en Argentina y Brasil, adoptó como proyecto nacional el desarrollo económico y social que debía servir para integrar al pueblo al sector moderno que se proponía construir.
En el caso mexicano, este proyecto se sustentaba en una alianza entre un estado que buscaba un desarrollo nacional integrador y los sectores sociales populares organizados.
Había una alianza real en tanto que el régimen que se constituyó a partir del sexenio cardenista, el Estado se comprometía a distribuir beneficios del progreso económico a medida que estos se produjeran, mientras que los sindicatos y organizaciones campesinas aceptaban subordinar sus intereses particulares.

Para evitar convertirse en uno más autoritario, el régimen mexicano logró dar un giro hacia el corporativismo, que limitó el pacto a los sectores obreros y populares más contestatarios, mejor organizados y situados en sectores económicos más estratégicos.
Este régimen tenía como propósito y finalidad, en general cooptar los movimientos sociales organizados a partir de actores políticos y estrategias que lograban eventualmente reprimir dichos movimientos de una forma severa y definitiva, aunque no absoluta.
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